Las mil vidas de una cuadra
- Dania Guadalupe González Rivera
- Sep 9, 2021
- 3 min read
Updated: Sep 10, 2021
Los lugares siempre me evocan recuerdos de personas, sentimientos y vivencias. En este caso, la peculiar cuadra que se ve en la imagen de arriba, me hace revivir a aquella pequeña de 13 años que comenzó a dedicar todas su tardes -después de la secundaria- a un proyecto educativo, que para ella era ir a hacer amistades y divertirse mientras aprendía.
Así como este recuerdo hay una infinidad, pues la cuadra de la calle Alberto Garduño, en la colonia Ferrocarrilera del municipio de Monterrey, guarda una gran historia con la comunidad y colonias aledañas. Dicha ubicación ha sido un punto común para impulsar la educación de jóvenes de diferentes generaciones, pues han permanecido la Secundaria #18 “Felipe Pescador” y la primaria “Prof. Facundo Villarreal”. Sin embargo, dos puntos han cambiado. Donde ahora se encuentra el proyecto educativo Alfa Fundación, anteriormente era Talleres y un CONALEP.
Uno de los primeros recuerdos que fue posible encontrar es el de mi tío Raúl. Quien a final de los años 80, cuando él y sus hermanos cursaban su educación básica en la Secundaria #63, asistía a unos talleres de carpintería en el mismo lugar que yo comencé a tomar clases de inglés en el 2013. Él desempolvó su memoria de aquellos años para contarme que iba una vez a la semana a Talleres, lugar del cual no recuerda el nombre exacto pero él y todas las personas que conoce le llaman así.
La historia de los talleres en las secundarias de México se remonta en una época que pareciera lejana, pero sigue presente, pues forjaron la educación de una gran cantidad de personas en el país. Fue gracias a la reforma educativa de 1934 que se implementaron, junto con las prácticas de laboratorios. En aquel México se buscaba poner en práctica una política populista, con una educación socialista, para brindarle un aprendizaje técnico-utilitarista a las juventudes mexicanas. Aunque el origen de los talleres datan en el sexenio de Lázaro Cárdenas, las instalaciones en la colonia Ferrocarrilera siguieron funcionando como tal, hasta el 2012.
Gracias al recuerdo de Héctor, hermano de una de las primeras amistades que hice al entrar a Alfa, se sabe que perteneció a una de últimas generaciones en asistir a las clases que ahí se impartían. Héctor, quien asistía a la Secundaria #18 y tomaba el taller de electrónica, me compartió que asistió desde 2009 hasta 2011. Él también recuerda el CONALEP, en el cual solamente se ofrecía la matriculación en Enfermería.
Actualmente las instalaciones en las que se llevaron a cabo talleres de carpintería y electrónica, y pertenecieron a una sede de CONALEP, han sido adaptadas para el proyecto educativo Alfa Fundación. El cual se encarga de brindar educación de calidad a jóvenes con talento, que pertenecen a secundarias públicas del área metropolitana de Monterrey. El proyecto comienza con clases extra-académicas por las tardes y continúa con un proceso para recibir una beca del 100% en la Preparatoria Alfa Fundación.
Las instalaciones en las que aprendí dentro y fuera del salón de clases, por más de 6 años, siguen perteneciendo a la Secretaría de Educación. Una de las profesoras -quien también ha tenido un cargo administrativo en la Fundación- que me enseñó a pulir mi escritura y a creer en mí, también me compartió que el proyecto funciona por un contrato de comodato.
Sí, comodato. El gobierno y las iniciativas independientes trabajan en conjunto. En este contrato no existe una remuneración, solamente se presta el terreno en cuestión y quien lo utilice se hace cargo de todos los gastos. Aunque cada contrato es diferente, aquí existe la libertad: se puede construir, cambiar el diseño, utilizar por 100 años si así se acuerda. Mientras el contrato esté vigente, el Estado no puede despojar al proyecto. Tal es el caso de Alfa Fundación en la colonia Ferrocarrilera; el gobierno le ha prestado sus instalaciones para seguir con fines educativos.
Y de esta manera, el propósito y los recuerdos de la cuadra seguirán vivos y creciendo. Nuevas generaciones podrán seguir aprendiendo de sí mismas y de sus profesores. Y quién sabe, tal vez se conecten con sus antepasados, con otras generaciones que también compartieron esos espacios.
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